Actualizado el 5 de marzo de 2025 por Carlos José Belmonte López
El infarto de miocardio es una de las principales preocupaciones en la salud cardiovascular actual, con un impacto significativo en la población. Esta condición se define como la “muerte o necrosis del tejido muscular del corazón (miocardio) y se produce por una interrupción del aporte sanguíneo, obstrucción de una arteria”, explica Antonio Álvarez-Vieitez, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Nuestra Señora del Rosario. Aunque los avances en la medicina han mejorado la supervivencia tras un infarto, la realidad es que los fallecimientos por esta causa continúan siendo alarmantes.
Estadísticas preocupantes
En 2022, se registraron en España 13.505 muertes por infarto agudo de miocardio, lo que equivale a un promedio de 37 muertes diarias. Este dato revela un comportamiento preocupante en la salud pública. Si bien los hombres presentan un mayor número de muertes por infarto, especialmente en edades más jóvenes, las estadísticas también muestran que las mujeres que sufren este evento tienen un mayor riesgo de fallecer. Carolina Ortiz, coordinadora del proyecto Mujer y Corazón de la Sociedad Española del Corazón, subraya que este fenómeno requiere una atención especial.
Factores de riesgo
Uno de los aspectos más relevantes en la discusión sobre el infarto es el papel de los factores de riesgo. Álvarez-Vieitez menciona que existen elementos inalterables, como la genética y la edad, pero también se destacan cuatro factores modificables que pueden marcar la diferencia: hipertensión, tabaquismo, colesterol alto y diabetes. A estos se suman el estrés, la falta de actividad física y la obesidad, que han ido en aumento, lo que afecta especialmente a las personas jóvenes.
El fenómeno de infartos en individuos más jóvenes ha llevado a los especialistas a cuestionarse sobre su origen. ¿Por qué están afectando a una población que tradicionalmente no era el foco de atención? La respuesta está ligada a los factores de riesgo mencionados, que al ser más prevalentes, han aumentado la incidencia de eventos cardíacos en personas de menor edad.
Desencadenantes del infarto
Otro aspecto fundamental son los desencadenantes de un infarto. Como señala el doctor, hay condiciones que pueden provocar un infarto, como situaciones de gran estrés (síndrome de TakoTsubo), esfuerzos físicos intensos, el consumo de drogas (como anfetaminas o cocaína) y anemias severas. Estos factores deben ser considerados, ya que pueden precipitar una crisis cardiovascular en individuos que podrían no estar en riesgo por factores clásicos.
Síntomas a tener en cuenta
Identificar los síntomas de un infarto es esencial para actuar de manera rápida. El signo más común se presenta como “una sensación de opresión o dolor detrás del esternón que dificulta la respiración” y puede irradiarse al brazo izquierdo o a la mandíbula. Este malestar a menudo se acompaña de una sensación de sudor frío, palidez, náuseas y mareos. Ante estos síntomas, es crucial actuar de inmediato, llamando a emergencias y proporcionando al paciente un ambiente de calma y seguridad, asegurando que debe permanecer en reposo absoluto.
Además, si se tiene, se puede considerar ofrecer una aspirina, ya que esto puede ayudar a afinar el flujo sanguíneo hasta que llegue la asistencia médica. Para evitar un desenlace fatal, lo ideal es restablecer el flujo sanguíneo en las primeras 6 horas tras el inicio del dolor, por lo que es vital acudir a un centro especializado lo antes posible.
Síntomas previos al infarto
Es importante estar alerta a los síntomas previos que pueden señalar la proximidad de un infarto. “La angina de pecho, que se manifiesta como dolor precordial relacionado con el esfuerzo y que mejora con el reposo, es un síntoma que no debería pasarse por alto”, explica el experto. Otros síntomas incluyen disnea (fatiga al realizar pequeñas actividades), cansancio notable y astenia, que podrían ser indicativos de un riesgo inminente.
Conocer la información sobre los infartos de miocardio, sus factores de riesgo, síntomas y desencadenantes puede ayudar a la población a estar más preparada. La conciencia sobre esta enfermedad es el primer paso para prevenir que más personas se conviertan en estadísticas y para fomentar un estilo de vida más saludable y consciente.