El cambio climático eleva la obesidad: cuida tu dieta y reduce emisiones

Actualizado el 6 de diciembre de 2024 por Carlos José Belmonte López

Que el cambio climático es una realidad aceptada por muchos, pero que su impacto en la obesidad es poco conocido. Para entender la conexión entre ambos fenómenos, Marta Giralt Oms, catedrática del Departamento de Bioquímica y Biomedicina Molecular de la Universitat de Barcelona (UB), aporta valiosos insights a este respecto. Esta relación tiene dos aspectos clave que son vitales para comprender la situación actual y sus implicaciones para la salud pública.

Obesidad y cambio climático, una relación recíproca

La vinculación entre la obesidad y el calentamiento global no opera de forma unidireccional. De hecho, es una relación recíproca. Estudios recientes presentados en el XX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) indican que el aumento de la obesidad a nivel global podría estar contribuyendo a un incremento en los gases de efecto invernadero. Un aumento de las emisiones, ligado a un mayor metabolismo oxidativo, el consumo de alimentos y el uso de combustibles fósiles para el transporte, son factores centrales en esta interrelación.

“Hay estimaciones que sugieren que una persona con sobrepeso emite aproximadamente una tonelada adicional de dióxido de carbono al año en comparación con una persona con peso normal”, indica la experta. Esto implica que la obesidad podría representar el 1,6% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Sin embargo, es esencial que los datos sean utilizados y comunicados de manera adecuada, para evitar la estigmatización de las personas con sobrepeso y obesidad.

Los efectos del cambio climático en la producción de alimentos

Uno de los principales efectos del cambio climático es la alteración de la producción de alimentos. Esta disminución en la calidad y cantidad de los productos alimenticios contribuye a la malnutrición en diversas poblaciones. Giralt explica que, aunque el problema de la desnutrición se asocie frecuentemente con regiones de Asia y África, también afecta a las comunidades más vulnerables en todo el mundo. “Esto provoca que, en lugar de una alimentación equilibrada, muchas personas se vean forzadas a consumir alimentos de menor calidad, lo que invita a una dieta obesogénica”, señala.

La catedrática sostiene que el consumo de alimentos baratos, que no siempre son saludables, potencia una alimentación de mala calidad. “Es más costoso comprar frutas y verduras frescas que optar por una bolsa de snacks”, resume Giralt, enfatizando que esta tendencia alimentaria está contribuyendo a un aumento en las tasas de obesidad.

El impacto del calentamiento global en la actividad física

Otro punto crítico que destaca Marta Giralt es cómo la subida de temperaturas, consecuencia del calentamiento global, repercute directamente en el comportamiento humano. Aparte de la ingesta calórica, el gasto energético a través de la actividad física es un elemento esencial para la regulación del peso corporal. “Cuando las temperaturas son extremadamente altas, la inclinación a realizar actividad física disminuye”, explica.

En este sentido, Giralt detalla que el aumento de las temperaturas afecta la grasa parda, un tipo de grasa que, en lugar de acumular energía como la grasa blanca, quema calorías para mantener la temperatura corporal adecuada en entornos fríos. “Debido a las altas temperaturas, esta grasa parda se encuentra bloqueada y reprimida, lo que contribuye a un incremento en los niveles de obesidad”, alerta la experta.

El caso de España

En España, estudios pioneros como el Di@bet.es han mostrado que <existe una relación significativa entre la temperatura ambiental y la prevalencia de obesidad>. Se ha documentado un claro gradiente norte-sur, donde se observa un mayor riesgo de obesidad a medida que aumentan las temperaturas ambientales. Este año, un estudio corroboró esta tendencia, revelando una disminución en la expresión de los genes relacionados con el pardeamiento del tejido adiposo en personas que residen en zonas con altas temperaturas. Esta represión de la capacidad termogénica, sugiere Giralt, podría estar relacionada con el aumento de la prevalencia de obesidad.

Ante esta compleja interrelación entre el cambio climático y la obesidad, las recomendaciones de la catedrática son claras: “Es fundamental que nuestra sociedad se comprometa a realizar el máximo esfuerzo posible para prevenir el cambio climático, lo cual, sin duda, tendrá un impacto positivo en la lucha contra la obesidad. Al mismo tiempo, cualquier acción eficaz en la prevención y tratamiento de la obesidad podría contribuir favorablemente en la desaceleración del calentamiento global”. Este enfoque integral podría ser clave para abordar ambas crisis de salud y medioambiental que enfrentamos hoy en día.

Carlos José Belmonte López
Carlos José Belmonte Lópezhttps://www.google.com/search?kgmid=/g/11rcl91syn
Licenciado en farmacia por la Universidad CEU San Pablo y Máster en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Doctorado y comprometido con la Salud Humana

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