Hablar solo: la psicología revela cómo puede ayudar a gestionar emociones

Actualizado el 16 de febrero de 2025 por Carlos José Belmonte López

Una cosa es soltar un “¡mecachis!” en voz alta y otra entablar un completo soliloquio. No habiendo alrededor nadie más que nosotros mismos, lo primero es muy común; lo segundo, no tanto. Sin embargo, que no sea frecuente, no quiere decir que sea un problema o síntoma de algún trastorno

¿Es común hablar en voz alta con uno mismo?

“Todos tenemos una conversación con nuestra voz interior, un diálogo más o menos intenso que suele producirse en silencio. Hay gente, sin embargo, que sí responde a un pensamiento en voz alta. No es habitual, pero tampoco patológico”, explica Juan Carlos Pascual, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).

Por su parte, Guillermo Fouce, presidente de la Fundación Psicología sin Fronteras, coincide en que, a pesar de que es más extraño hablar en alto con uno mismo, no puede decirse que se trate de un síntoma de un trastorno: “Es una forma de escucharnos y dialogar para, de alguna forma, seguir determinadas indicaciones”. 

El diálogo interno y sus implicaciones

Habitualmente, continúa Pascual, estos diálogos, ya sean expresados en voz alta o en silencio, se dan porque existe un pensamiento interno que “está dando caña” y es generador de una emoción negativa. Según el experto, “se puede creer que el pensamiento es voluntario, pero este tipo de pensamientos no lo son. Si te esfuerzas en no tenerlos, vienen igualmente. No tenemos un control de nuestra mente, de lo que pensamos. No podemos decir ‘este pensamiento me está generando malestar y lo quiero borrar. Eso a la mente le da igual”. 

En definitiva, entramos en discusión o en un diálogo interno con un pensamiento que está en piloto automático. El miembro de la SEPSM incide en que esta voz interior suele generar un malestar a través de saltos que nuestra mente da al pasado o al futuro. “Cuando pensamos en algún recuerdo pasado, nos puede venir un sentimiento de culpa o de reproche. El típico ‘¿por qué tuve que hacer o decir esto?’. En cambio, cuando damos vamos al futuro, podemos sentir miedo o ansiedad”, subraya. Así, resume, “este pensamiento automatizado genera emociones secundarias como culpa, reproche o inseguridad”. 

¿Hablar solo puede ayudar a gestionar emociones?

Un malestar interno puede ser el responsable de estos soliloquios y, como ya se ha comentado, darle alas no es buena idea. Sin embargo, hay personas a las que les puede venir bien, por ejemplo, en momentos de gran intensidad emocional. “Si tienes la necesidad de decir en voz alta tus pensamientos, te puede ayudar”, afirma Pascual, quien recuerda que también es común estudiar o prepararse una presentación verbalizando, pues “organizamos mejor mentalmente lo que queremos decir. Ayuda a estructurar el pensamiento”. 

Lo mismo opina Fouce: “Verbalizar o expresar en alto puede servir para organizar nuestros pensamientos y para ponerlos en orden. Se trata de una conducta operativa y organizativa”. 

El riesgo del pensamiento obsesivo

El experto reconoce que esto puede ser un problema, puesto que en el momento en que se activa este diálogo interno con el pensamiento, lo que se está haciendo es favorecerlo y que se convierta en un pensamiento obsesivo: “Si hablas con él, le das cancha y lo cronificas”. En este punto, hace referencia al mindfulness como estrategia para controlar esta situación. Una de las intervenciones de esta técnica es precisamente frenar ese pensamiento reiterativo en modo automático.

En resumen, aun cuando el diálogo interno puede tener efectos tanto positivos como negativos, es importante prestar atención a cómo se lleva a cabo. La autoexpresión puede ser útil en ciertos momentos, pero la repetición de esos diálogos puede desencadenar un patrón de pensamientos indeseados que, a su vez, genera más malestar emocional. Así, encontrar un balance es clave para gestionar nuestras emociones y pensamientos de manera efectiva.

Carlos José Belmonte Lópezhttps://www.google.com/search?kgmid=/g/11rcl91syn
Licenciado en farmacia por la Universidad CEU San Pablo y Máster en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Doctorado y comprometido con la Salud Humana

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