Actualizado el 3 de diciembre de 2024 por Carlos José Belmonte López
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son patologías complejas que requieren un enfoque multidisciplinario para su tratamiento. Afectan principalmente a mujeres jóvenes, aunque se ha observado un aumento de casos en hombres en años recientes. Entre estos trastornos, la anorexia y la bulimia destacan por su severidad y la tasa de mortalidad que presentan. Según Paloma Nieto, psicóloga clínica de la Unidad de Media Estancia (UME) de TCA del Centro San Juan de Dios en Ciempozuelos, estos son los únicos trastornos mentales que ponen en riesgo la vida debido al grave deterioro físico que pueden provocar.
Tratamiento más allá del peso corporal
El tratamiento que reciben las pacientes a su llegada a la unidad se centra inicialmente en combatir la desnutrición. La prioridad es asegurar que las pacientes comiencen a alimentarse adecuadamente, lo que significa alcanzar un peso que detenga la desnutrición y sus efectos nocivos en el organismo. Sin embargo, este proceso va más allá de simplemente ganar peso; como señala Nieto, el TCA no es solo un problema relacionado con la alimentación. Es una forma de afrontar y lidiar con la vida que se canaliza a través de la relación con la comida. Por lo tanto, aunque recuperar el peso es crucial, no es suficiente. Las problemas emocionales, familiares y sociales deben ser abordados para evitar recaídas.
La dietista-nutricionista Beatriz Expósito afirma que la renutrición es fundamental. A la llegada de una nueva paciente, se trabaja en la adherencia a cinco ingestas diarias. Una vez que esto se establece, se les permite comenzar a salir de la unidad durante unas horas, aumentando gradualmente las salidas hasta que puedan pasar la noche en casa. Este enfoque progresivo permite que las pacientes se adapten y recuperen sus hábitos de vida de forma segura.
Educación nutricional
La educación alimentaria es un componente esencial del tratamiento. Se ofrecen sesiones grupales e individuales donde se enseñan aspectos sobre nutrición. A medida que las pacientes avanzan en su tratamiento, tienen la oportunidad de participar en talleres de cocina. En estos espacios no solo aprenden habilidades básicas de cocina, sino que también se promueve un ambiente de conversación normal, donde se hablan de temas cotidianos, evitando centrar la atención en la comida.
Terapeutas y actividades complementarias
El equipo de la unidad incluye psicólogos, médicos, nutricionistas y enfermeros, quienes trabajan juntos para proporcionar un cuidado integral. La psicóloga clínica se enfoca en mejorar aspectos como la autoestima, las relaciones interpersonales y la imagen corporal. Además, se involucran a las familias en el proceso terapéutico mediante entrevistas programadas.
El papel de la enfermería es también crucial; aseguran que el entorno sea seguro y que las pacientes no realicen acciones perjudiciales después de comer. Los auxiliares de enfermería brindan apoyo constante, esencial especialmente al inicio del tratamiento, mientras que los grupos de atención emocional permiten que las pacientes expresen sus sentimientos y atraviesen juntas esta etapa difícil.
Existen también diversas formas de terapia ocupacional que ofrecen actividades estructuradas, así como un aula hospitalaria para las adolescentes, permitiendo que continúen su educación mientras están en la unidad.
Vuelta a la vida ‘normal’: ¿es posible?
El objetivo último del tratamiento es lograr que las pacientes puedan regresar a una vida lo más normalizada posible. Sin embargo, frente a trastornos tan complejos como la anorexia y la bulimia, la psicóloga Nieto advierte que la «curación» total puede ser difícil de alcanzar. Es más realista hablar de aprender a convivir con el trastorno de una manera que permita llevar una vida plena.
Aunque las pacientes reciben el alta de la unidad, es importante remarcar que continuarán asistiendo a consultas en centros de salud mental o en hospitales de día. Estos seguimientos son vitales para garantizar que lo aprendido en la unidad se mantenga en el tiempo y que las posibilidades de recaída se reduzcan.
Impacto emocional y futuro de las pacientes
Es crucial entender que detrás de los TCA existen numerosas problemáticas emocionales y sociales que deben ser atendidas. Si solo se trabaja en aspectos alimentarios sin abordar estas dimensiones, el riesgo de recaída se eleva. Un tratamiento adecuado, que contemple estas necesidades, puede ofrecer a las pacientes herramientas para enfrentarse a las adversidades de la vida sin recurrir a la comida como mecanismo de escape.
En conclusión, los trastornos de la conducta alimentaria son un desafío que requiere un enfoque integral, empatía y un sólido apoyo emocional. El camino hacia la recuperación es largo y complejo, pero con las herramientas adecuadas y un entorno de apoyo, las pacientes pueden encontrar formas efectivas de manejar su trastorno y vivir una vida significativa.