Actualizado el 2 de enero de 2025 por Carlos José Belmonte López
El nacimiento de Jesús se narra principalmente en los Evangelios de Mateo y Lucas del Nuevo Testamento, cada uno con un enfoque diferente. También aparece en textos apócrifos, como el Protoevangelio de Santiago y el Evangelio de Pseudo-Mateo, y en el Corán, que menciona el milagro del nacimiento de Jesús (Isa) como hijo de la virgen María (Maryam), reconocido como profeta.
Una comunidad unida en torno a la alimentación
Los textos que relatan el nacimiento de Jesús no proporcionan información sobre qué comieron María y José aquella noche, ni sobre lo que estaba en las mesas de los habitantes de Belén. Sin embargo, mediante estudios arqueológicos y el análisis de las tradiciones culinarias del Mediterráneo, es posible imaginar su dieta habitual.
Las condiciones de vida en Belén
Belén era un pequeño asentamiento de Judea, situado a unos nueve kilómetros de Jerusalén. Su vida estaba centrada en la agricultura, la ganadería y las tradiciones religiosas judías. La ubicación en una región montañosa con clima mediterráneo determinaba las actividades económicas y las prácticas culinarias, ya que las personas dependían de los recursos locales para subsistir.
La dieta de los habitantes de Belén reflejaba tanto las prácticas locales de la región mediterránea bajo dominación romana, como las leyes dietéticas judías (kashrut). Estas normativas regulaban qué alimentos podían consumirse y especificaban las maneras en que debían prepararse, resultando en una alimentación simple pero nutritiva.
Los productos agrícolas y su importancia
En el siglo I, la agricultura representaba la columna vertebral de la economía y la subsistencia en la aldea de Belén. Las tierras de la región ofrecían condiciones óptimas para el cultivo de cereales, olivos y viñedos, productos que eran esenciales para la dieta diaria y para el comercio local.
Los cereales, especialmente el trigo y la cebada, eran los cultivos más comunes. Se utilizaban en la elaboración de pan, el alimento básico de la población. El pan de cebada, más económico, era consumido mayormente por familias de escasos recursos, mientras que el de trigo, más caro, se reservaba para ocasiones especiales.
Otro componente crucial de la agricultura en Belén era el aceite de oliva. Este se producía mediante prensas artesanales y era fundamental en la cocina, actuando no solo como grasa para la cocción, sino también como aderezo y conservante. Además, el aceite era utilizado en ceremonias religiosas y para la iluminación del hogar.
La importancia del vino y la ganadería
Por otro lado, los viñedos jugaban un papel destacado en la economía local. Las uvas, que podían consumirse frescas o aprovecharse para la producción de vino, eran una bebida común, incluso entre las clases más humildes. El vino tenía un rol significativo en celebraciones y rituales, reforzando la identidad cultural de la comunidad.
La ganadería complementaba la actividad agrícola, siendo clave para los habitantes de Belén. La cría de ovejas y cabras proporcionaba carne, leche y lana, cubriendo así las necesidades alimenticias y de vestimenta. La carne, sin embargo, era un lujo reservado para celebraciones o festividades religiosas.
Productos lácteos y rituales
Los productos lácteos, como el queso y el yogur, estaban también muy presentes en la dieta de los betlemitas. Estos alimentos eran ricos en nutrientes, se conservaban con facilidad y se podían intercambiar en los mercados cercanos. Este tipo de alimentos ofrecía una opción nutritiva en la alimentación diaria, a menudo más accesible que la carne.
Las festividades, como la Pascua, involucraban el sacrificio de corderos que eran consumidos por las familias. Este ritual no solo nutría, sino que también fortalecía los lazos sociales y religiosos, constituyendo un momento de cohesión en la comunidad.
La pesca y su papel en la dieta
A pesar de que la pesca no se practicaba en Belén debido a su ubicación, el pescado -como arenques, sardinas o caballas- llegaba salado a través del comercio desde regiones costeras. Esta técnica de conservación facilitaba el transporte y el almacenamiento del pescado, aunque su consumo era más ocasional y se consideraba un complemento a la dieta.
El pescado, apreciado por su sabor y valor nutritivo, no era un pilar fundamental en la alimentación de los betlemitas, quienes privilegiaban los productos agrícolas y lácteos. Así, la dieta de esta comunidad era un reflejo de un sistema de subsistencia sencillo y autosuficiente que estaba en profunda conexión con su entorno y sus tradiciones.
José Miguel Soriano del Castillo es catedrático de Nutrición y Bromatología del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.