Actualizado el 28 de noviembre de 2024 por Carlos José Belmonte López
La hiporexia: un trastorno alimenticio en la tercera edad
La pérdida de apetito puede parecer una fase normal en la vida de una persona cuando supera los 70 años, pero es importante no restarle importancia. La hiporexia, que se refiere a la disminución del deseo de comer en adultos mayores, es un problema que merece atención. Aunque cualquier persona puede experimentar periodos con menos ganas de comer, este trastorno es más común en la población anciana, donde afecta a un porcentaje significativo.
Según el doctor Federico Cuesta, jefe de sección de Geriatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, “entre el 20 y el 30% de los mayores presenta pérdida de apetito de forma fisiológica”. Esta disminución en el interés por la comida no debe considerarse trivial, ya que puede acarrear serias repercusiones en la salud de quienes lo padecen.
Consecuencias de la falta de apetito
El hecho de que la falta de apetito se mantenga en el tiempo puede llevar a complicaciones significativas. Si no se aborda adecuadamente, la hiporexia podría resultar en desnutrición, sarcopenia (pérdida de masa muscular) y fragilidad. La doctora Carmen Aragón, vocal del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), sostiene que “si la falta de apetito es prolongada y se asocia a pérdida de peso, es necesario buscar su causa y tratar la desnutrición que trae consigo”.
Además, las personas ancianas que experimentan hiporexia no solo arriesgan su nutrición. La condición también aumenta el riesgo de complicaciones de enfermedades crónicas existentes, incluyendo diabetes, enfermedad renal o insuficiencia cardiaca. “Lo más preocupante es la sarcopenia o pérdida de masa muscular, ya que esto hace que el paciente sea más dependiente y vulnerable”, añade Cuesta.
Factores detrás de la hiporexia
Las razones que pueden contribuir a la hiporexia son diversas y se consideran multifactoriales. Por un lado, la disminución de la sensibilidad a olores y sabores puede influir en el apetito. Por otro lado, algunos medicamentos pueden afectar negativamente las ganas de comer. También es importante tener en cuenta otros factores, como las dificultades para deglutir y la existencia de patologías agudas, tales como infecciones o cáncer.
Asimismo, los problemas de salud mental, como la ansiedad, la depresión o la soledad no deseada, son determinantes en la pérdida de apetito, como señala el doctor Cuesta. Estos aspectos son de vital importancia para entender que la hiporexia en los ancianos es un fenómeno complejo y multidimensional.
La importancia de un abordaje especializado
Nutrición y envejecimiento saludable van de la mano. Por ello, clasificar la pérdida de apetito como algo “normal” es un error que debe evitarse. Ante la disminución del deseo de comer, es crucial acudir a expertos en la materia. “Hay que intentar detectar la causa que lo provoca, para si es posible atajarla, y a partir de ahí acondicionar la dieta”, sugiere Cuesta.
Para facilitar la ingesta adecuada de nutrientes en personas mayores con hiporexia, se recomienda realizar comidas frecuentes y poco copiosas. Incorporar alimentos que concentran energía y proteínas en pequeños volúmenes es fundamental. Por ejemplo, se pueden preparar triturados que contengan alimentos de todos los grupos (vegetales, harinas y proteínas) y enriquecerlos con aceite de oliva en crudo.
Otra alternativa es incluir triturados de vegetales que estén enriquecidos con proteína y huevo, lo que puede ayudar a mejorar la calidad nutricional de las comidas. En casos donde sea necesario, la suplementación oral puede ser una opción viable para satisfacer las necesidades nutricionales, siempre y cuando no se utilice como un sustituto de una alimentación variada y equilibrada.
Conclusión
La hiporexia es una realidad que puede afectar gravemente la calidad de vida de los adultos mayores. Por lo tanto, es esencial abordar este trastorno de manera adecuada y profesional. La intervención temprana y la atención nutricional puede marcar una gran diferencia en la vida de estas personas, ayudándoles a mantener una mejor salud y bienestar en su día a día. Mantener un enfoque proactivo sobre la alimentación en la tercera edad no solo mejora la calidad de los alimentos consumidos, sino que también promueve la salud general y la longevidad.