Actualizado el 25 de marzo de 2025 por Carlos José Belmonte López
Congelar los alimentos es una práctica común en España, un país que busca tanto la preservación de sus productos como la reducción del desperdicio. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) resalta que este método de conservación, cuando se realiza correctamente, no solo ayuda a alargar la vida útil de los alimentos, sino que también sugiere que «la congelación no implica necesariamente una pérdida de nutrientes».
Beneficios de la congelación en la salud
Esta afirmación es crucial, ya que indica que la congelación no solo facilita la vida cotidiana, sino que también puede ofrecer beneficios adicionales para nuestra salud. De acuerdo con AESAN, mantener los alimentos a temperaturas constantes de -18 °C o inferiores inactiva microorganismos que pueden alterarlos y causar enfermedades. Por ejemplo, en el caso del pescado, la congelación es esencial para eliminar parásitos como el anisakis, uno de los temores más comunes al consumir este alimento.
Congelación del pan y su impacto
Cuando se trata del pan, la congelación puede tener efectos particularmente beneficiosos. Aunque el consumo promedio en España es de aproximadamente 27,94 kilos por persona al año, hay que tener en cuenta que, muchas veces, las personas recurren a congelar el pan por falta de tiempo o en busca de opciones más accesibles. Sin embargo, congelar pan ofrece ventajas nutricionales considerables.
Al congelar el pan, su almidón experimenta retrogradación, lo que provoca que su estructura se reconfigure y se convierta en una «especie de fibra» que el intestino no puede absorber por completo. Esto no solo altera la textura del pan, sino que también tiene efectos positivos en el metabolismo y en la salud intestinal, como explica la farmacéutica Helena Rodero.
Reducción del índice glucémico
Uno de los mayores beneficios de congelar pan es la reducción de su índice glucémico. Este índice mide la rapidez con la que un alimento eleva los niveles de glucosa en sangre tras ser consumido. Al congelar y luego descongelar el pan, los almidones se vuelven más resistentes a la digestión rápida, lo que significa que el pan liberará su energía de forma más lenta y gradual. Esto es beneficioso ya que evita los picos bruscos de glucosa, que son comúnmente asociados con productos ricos en carbohidratos refinados.
Además, esta menor liberación de glucosa permite una mejor gestión de la energía y propicia una sensación de saciedad más prolongada. De esta forma, los consumidores pueden sentirse llenos y evitar antojos innecesarios.
Impacto en la salud intestinal
Otro aspecto relevante de la congelación del pan es su efecto positivo en la salud intestinal. El almidón resistente, resultado del proceso de congelación, actúa como un prebiótico, alimentando a las bacterias beneficiosas del intestino. Este tipo de almidón no se digiere en el intestino delgado, sino que llega al colon, donde fermenta y promueve el crecimiento de una microbiota intestinal saludable. Esto no solo mejora la digestión, sino que también fortalece el sistema inmunológico y ayuda a reducir la inflamación intestinal.
Paralelamente, se ha comprobado que este almidón modifica la cantidad de calorías que el organismo absorbe. Aunque el pan no pierde valor energético al ser congelado, el almidón transformado se vuelve menos accesible para las enzimas digestivas, lo que reduce de manera ligera la cantidad de energía extraída del alimento.
Cómo hacerlo correctamente
Si bien la congelación de alimentos es una práctica correcta y beneficiosa, es crucial llevarla a cabo siguiendo ciertas pautas. Según Blanca García-Orea, experta en nutrición, la forma en que se congelan, almacenan y descongelan los alimentos es fundamental para preservar su integridad nutricional y evitar problemas de seguridad alimentaria.
Un punto a considerar es que, a diferencia del anisakis, que se elimina al congelar el pescado a temperaturas adecuadas, muchas bacterias y otros microorganismos pueden entrar en un estado de latencia. Esto significa que, aunque no se multiplican mientras están congelados, pueden activarse nuevamente al descongelarse si no se siguen las disposiciones adecuadas.
Recomendaciones de almacenamiento
Para prolongar la calidad de los alimentos en el congelador, la AESAN recomienda utilizar envases herméticos y bolsas con cierre adecuado. También es importante revisar qué alimentos no deben congelarse, ya que podrían perder sus propiedades organolépticas. Ejemplos de estos son las verduras o frutas que se consumirán crudas, como la lechuga o el tomate, y alimentos fritos.
Es interesante también conocer la duración recomendada de los alimentos en el congelador. Por ejemplo, platos cocinados como guisos o sopas pueden mantenerse hasta 3 meses, mientras que el pan debe ser consumido en un periodo de 3 meses.
Conclusiones finales
En resumen, congelar los alimentos es una práctica que no solo tiene beneficios a largo plazo para la conservación de productos, sino que también mejora las propiedades nutricionales de algunos de ellos, como el pan. Al entender cómo y por qué la congelación afecta a diferentes alimentos, podemos aprovechar al máximo su potencial y contribuir, al mismo tiempo, a la reducción del desperdicio alimentario. La educación sobre estas prácticas es clave para fomentar hábitos de consumo más saludables y sostenibles.