Actualizado el 26 de noviembre de 2024 por Carlos José Belmonte López
Las administraciones y asociaciones de consumidores han hecho un llamado a la sociedad para promover el consumo responsable y reducir el desperdicio alimentario, que en España alcanzó la alarmante cifra de 1.214 millones de kilos/litros en 2023. Esta cifra representa un incremento del 1,1 por ciento en comparación con el año anterior, según el último informe del Gobierno.
Desafíos en el Desperdicio Alimentario
A pesar del aumento en el desperdicio alimentario, es importante señalar que la velocidad de esta progresión se ha desacelerado en comparación con años anteriores. Este cambio positivo se debe a una creciente conciencia sobre la importancia del consumo responsable, un tema que fue destacado por los participantes en un foro celebrado este miércoles en Valladolid, en la sede del Consejo Económico y Social (CES) de Castilla y León.
El presidente del CES en Castilla y León, Enrique Cabero, habló sobre la distinción entre el consumo responsable y el consumismo. Mientras que el primero se basa en una planificación racional de necesidades, el consumismo es visto como una «patología» que genera problemas medioambientales y desigualdades sociales. Cabero enfatizó que el desperdicio alimentario contribuye a una gestión ineficaz de los recursos, complicando aún más la situación medioambiental.
La Situación Actual en Números
En términos concretos, durante 2023, se desperdició el 3,9 por ciento de los alimentos y bebidas adquiridos, lo que representa una décima más en comparación con el año anterior. Además, 12,7 millones de hogares en España continúan desperdiciando alimentos, una realidad que requiere un abordaje profundo para mejorar la cadena alimentaria. Según Cabero, es esencial establecer un modelo que valore la producción y la necesidad de los productos alimentarios.
Al respecto, el director general de Consumo del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Daniel Arribas, recalcó que para disminuir estos desperdicios es vital adaptarse a los cambios sociales y demográficos. Según él, «hay que saber adaptarse a la evolución social y demográfica para reducir efectos indeseables sobre la economía y la salud de las personas».
Legislación y Sostenibilidad
En este contexto, Arribas también se refería al anteproyecto de ley de consumo sostenible que está siendo elaborado por el Gobierno de España. Esta iniciativa tiene como objetivo garantizar la viabilidad de la producción alimentaria y minimizar la generación de residuos en este sector, en claro alineamiento con uno de los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
El foro, que convocó a diversos actores, fue organizado por ConsumES, la confederación estatal de consumidores y usuarios. Su vicepresidente, Prudencio Prieto, hizo hincapié en la magnitud de las cifras relacionadas con el desperdicio de alimentos, comentando que «pocas conciencias pueden soportar» estas estadísticas, que podrían ayudar a mitigar el hambre en el mundo si se gestionaran adecuadamente.
El Papel de la Educación y la Conciencia Familiar
La educación en el consumo responsable también fue un tema central. La directora general de Comercio y Consumo de la Junta de Castilla y León, María Petit, subrayó la importancia de la formación en las familias. «Hay que comprar con cabeza», afirmó, enfatizando que la manera en que consumimos tiene un impacto directo en la reducción del desperdicio.
Además, Petit destacó el papel crucial que juegan los colegios, así como las iniciativas de los Bancos de Alimentos y la responsabilidad compartida de los comercios y las asociaciones de consumidores y usuarios. Este esfuerzo colectivo es esencial para alcanzar un modelo de economía circular que contribuye a soluciones sostenibles frente al problema del desperdicio.
Conclusión
Finalmente, Enrique Cabero concluyó que queda mucho camino por recorrer en la lucha contra el desperdicio alimentario. La necesidad de una conciencia social sobre el consumo responsable es innegable. Para lograrlo, es fundamental que administraciones, consumidores y el tejido educativo trabajen de la mano, implementando normativas que fomenten prácticas sostenibles y justas en el ámbito de la alimentación.
Así, el desafío del desperdicio alimentario no solo es una cuestión económica o medioambiental, sino también una responsabilidad social que involucra a todos los actores de la sociedad. La participación activa y el compromiso con un consumo más consciente pueden ser el cambio necesario para erradicar esta problemática, que afecta tanto nuestra economía como el bienestar de las personas.