Actualizado el 16 de diciembre de 2024 por Carlos José Belmonte López
El comer por estrés es un fenómeno común que puede sonar familiar a muchos. Cuando nos enfrentamos a momentos de tensión, a menudo recurrimos a la comida como una vía de escape o como un método para sentirnos mejor. Sin embargo, esta práctica puede tener consecuencias negativas no solo para nuestra figura, sino también para nuestra salud. El psicólogo nutricional Carlos Apocada señala que el hambre emocional, que suele llevarnos a desear dulces y otros alimentos poco saludables, transformarse en una respuesta a las emociones, dejando de lado la verdadera función de la alimentación: nutrir nuestro organismo.
Consecuencias del comer por estrés
Tratar de aliviar el estrés comiendo y bebiendo es una prueba de que tu apetito está descontrolado. Esta ansia te lleva a comer y beber en exceso y, por tanto, a aumentar de peso, lo que puede generar una serie de problemas de salud asociados a la obesidad. Entre estas afecciones, se encuentran las enfermedades cardiovasculares y la diabetes tipo 2, que incrementan el riesgo de desarrollar complicaciones graves a largo plazo.
En nuestra cultura, la comida y la bebida suelen representar diversión, relajación y hacer cosas divertidas. Por eso, cuando nos enfrentamos a sentimientos negativos, no es sorprendente que busquemos la comida como un intento de crear esa sensación de bienestar que anhelamos. Este comportamiento puede volverse habitual, y poco a poco, la comida se convierte en un refugio emocional.
¿Cómo distinguir el hambre emocional del físico?
Una forma de abordar el problema es aprender a diferenciar entre hambre física y hambre emocional. Cuando sentimos hambre física, este no es un proceso repentino y se manifiesta de manera gradual. Usualmente, aparece después de un periodo sin comer y desaparece al sentirnos satisfechos. En contraste, el hambre emocional es persistente, no está atada al tiempo y puede seguir presente incluso después de haber comido en exceso. Cuando satisface el hambre física, uno se siente lleno, mientras que la emocional con frecuencia genera un sentimiento de culpa.
Alimentos que ayudan a aliviar el estrés y bajar el cortisol
El estrés crónico está directamente relacionado con el aumento de los niveles de cortisol, conocido como la hormona del estrés, que a su vez incrementa la necesidad de consumir alimentos altamente calóricos, como galletas, helados o patatas fritas. Sin embargo, existen alimentos que pueden ayudar a reducir los niveles de cortisol. Según Apocada, aquellos con alto contenido en Omega 3, como pescados grasos, nueces y semillas, así como legumbres, frutas y verduras, algunas infusiones, pueden ser beneficiosos. Esto se debe a que, en general, llevar una alimentación sana contribuye a disminuir los niveles de cortisol y aumentar los de serotonina, la hormona del bienestar.
Sin embargo, el psicólogo subraya que es crucial identificar y abordar las causas subyacentes del estrés, ya que simplemente recomendar alimentos que puedan ayudar a disminuir el cortisol sería un enfoque a corto plazo. Esto solo trataría de eliminar los síntomas sin resolver las problemáticas que originan el estrés.
Recomendaciones para no comer con estrés
Apocada enfatiza la importancia de aprender a detectar las situaciones que desencadenan el comer por estrés. “Poder parar el proceso en las primeras fases nos facilita las medidas a tomar. Un diario de emociones puede ser una herramienta útil”, sugiere. Una vez que identificamos que hemos comenzado a comer emocionalmente, existen varias estrategias que podemos emplear:
- Ejercicios de reenfoque atencional
- Técnicas de respiración
- Prácticas de atención plena
También hay opciones de sustitución saludable. Llevar consigo un snack saludable, como frutos secos, puede ser una alternativa acertada para saciar la necesidad de comer sin recurrir a alimentos poco saludables. Además, el uso de chicles o simplemente beber agua puede ser eficaz dependiendo de la situación.
La importancia del autocuidado en la alimentación emocional
Al final del día, para manejar la alimentación emocional, es fundamental dedicarse tiempo a uno mismo. Estrategias como el ejercicio físico, la meditación y las técnicas de relajación pueden no solo ayudar a disminuir el estrés, sino que también promueven una relación más saludable con la comida. Adoptar un enfoque de autocuidado integral puede ser la clave no solo para controlar el peso, sino para mejorar la salud mental y emocional.
En conclusión, la alimentación emocional es un tema que requiere atención y comprensión. A medida que identificamos patrones en nuestro comportamiento alimenticio y abordamos las causas del estrés, podemos trabajar hacia una relación más equilibrada y saludable con la comida, lo que eventualmente beneficiará tanto nuestra salud física como emocional.