Actualizado el 13 de diciembre de 2024 por Carlos José Belmonte López
La leche ha sido recientemente objeto de controversia en el mundo del deporte y la nutrición, gracias a las declaraciones del exfutbolista y actual entrenador del PSG, Luis Enrique. Durante la serie documental «Luis Enrique, no tenéis ni puta idea» de Movistar+, el español la catalogó como “matarratas” y se expresó de manera despectiva sobre las bebidas vegetales, llamándolas “mierda pinchada en un palo”. Esta provocativa afirmación ha despertado preguntas sobre la importancia de la leche en la dieta, especialmente en adultos: ¿realmente necesitamos seguir consumiéndola?
El papel cultural de la leche en la alimentación
El consumo de leche está profundamente arraigado en la cultura alimentaria europea desde tiempos ancestrales. Giuseppe Russolillo, presidente de la Academia de Nutrición y Dietética, señala que “la teoría de que los seres humanos somos los únicos mamíferos que seguimos tomando leche tras el amamantamiento no es del todo cierta”. Históricamente, los primeros homínidos ya consumían leche de diferentes animales como cabras y vacas, aprovechando su valor nutricional para elaborar quesos, lo que les permitía conservarla.
Sin embargo, en regiones como Asia, sobre todo en países como India, la leche no forma parte de la herencia gastronómica. Esta diferencia cultural es importante para entender la diversidad en la tolerancia a la lactosa, el azúcar presente en la leche. En los lugares donde la leche ha sido un alimento fundamental, las personas suelen tener una mejor capacidad para digerirla, principalmente debido a la presencia continua de la enzima lactasa en su sistema digestivo.
La lactasa y la tolerancia a la lactosa
La lactasa es una enzima crucial para la digestión de la lactosa. Se ha observado que en las regiones donde el consumo de leche es habitual, la población presenta un menor índice de déficit de lactasa. En cambio, en áreas donde la leche no se ha consumido tradicionalmente, como en muchas partes de Asia, la intolerancia a la lactosa es más común. A pesar de que la actividad de lactasa disminuye a lo largo de la vida en mamíferos, los seres humanos han desarrollado una adaptación genética que les permite seguir produciendo esta enzima en edades más avanzadas.
Propiedades nutricionales de la leche
Desde la Fundación Española de Nutrición (FEN) se subraya que la leche es un alimento básico en una dieta equilibrada. Su valor nutricional es indiscutible: contiene proteínas de alto valor biológico, es rica en calcio y aporta péptidos bioactivos que benefician nuestro sistema inmunológico, cardiovascular y digestivo.
El calcio es un componente esencial para la salud ósea, y la leche es la principal fuente dietética de este mineral. No solo existe un alto contenido, sino que la calidad del calcio en la leche es notablemente buena, ya que se absorbe eficientemente, facilitado por otros nutrientes que contiene, como vitaminas y fósforo.
La grasa en la leche: un tema en debate
Otro aspecto a considerar es la grasa de la leche. Diversos estudios han comenzado a cuestionar la percepción negativa que se tiene de las grasas saturadas presentes en este alimento. De hecho, se ha encontrado que no solo no son perjudiciales para la salud cardiovascular, sino que podrían tener un efecto protector frente a ciertas enfermedades, entre ellas el síndrome metabólico y la diabetes. ¿Deberíamos entonces reconsiderar nuestra visión sobre las grasas lácteas?
Recomendaciones de consumo para la población
La FEN recomienda que en el marco de una alimentación variada se consuman de 2 a 3 raciones de leche o derivados lácteos al día. No obstante, esta cifra puede variar de acuerdo con la edad de la persona. Aquí algunos ejemplos:
- Escolares: entre 2 y 3 raciones.
- Adolescentes: entre 3 y 4 raciones.
- Adultos: entre 2 y 3 raciones.
- Mujeres: entre 3 y 4 raciones.
- Personas mayores: entre 2 y 4 raciones.
En definitiva, la leche sigue siendo un pilar fundamental en la alimentación de muchas personas alrededor del mundo. A pesar de las críticas, su valor nutricional y las adaptaciones que hemos desarrollado nos permiten beneficiarnos de un alimento que, adecuadamente integrado en la dieta, puede ser muy saludable. La clave radica en la moderación y en entender que, como en todo, cada persona es un mundo y las necesidades pueden variar.