Actualizado el 2 de diciembre de 2024 por Carlos José Belmonte López
Las patatas son un alimento esencial en la dieta de muchas personas alrededor del mundo. Su versatilidad permite incorporarlas en una gran variedad de recetas, desde guisos hasta frituras, y se destacan por su capacidad para proporcionar energía gracias a su alto contenido en carbohidratos. Además, las patatas son una buena fuente de nutrientes clave como la vitamina C, potasio y fibra, lo que las convierte en un complemento nutritivo en una dieta equilibrada. Aunque su aspecto normal es el de un tubérculo con piel medio rugosa y un interior amarillo claro o blanco, a veces pueden presentar características que generan dudas sobre su seguridad.
Entre estas características se encuentran la aparición de zonas verdes en la piel o en la pulpa y la formación de brotes, situaciones que suelen ser consecuencia de una manipulación o almacenamiento inadecuados. Estos cambios pueden resultar desconcertantes, sobre todo si se desconoce su significado o los riesgos asociados. ¿Qué implica realmente encontrar estas alteraciones en las patatas que compramos?
Alteraciones comunes en las patatas
Los expertos en seguridad alimentaria han explicado que estas alteraciones no son solo estéticas. La presencia de zonas verdes en las patatas indica la producción de clorofila, un proceso natural que ocurre cuando están expuestas a la luz. Sin embargo, este fenómeno también señala la acumulación de compuestos nocivos como la solanina y la chaconina. Estas sustancias, que las plantas desarrollan como defensa contra plagas, son conocidos como glicoalcaloides y pueden tener efectos adversos para la salud si se consumen en niveles elevados, que van desde náuseas y vómitos hasta síntomas más graves en casos extremos.
¿Qué hacer si tus patatas tienen zonas verdes?
La recomendación más clara es que si las patatas presentan zonas verdes, deben ser peladas. En caso de que también haya zonas verdes en el interior, es necesario retirarlas completamente antes de cocinarlas. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), pelar las patatas puede reducir la concentración de glicoalcaloides entre un 25 y un 75%. Además, ciertos métodos de cocción como el hervido o el escaldado pueden disminuir los niveles de estas sustancias, aunque la eficacia varía según el procedimiento.
Desde el Departamento de Agricultura de Estados Unidos también sugieren que, si las patatas tienen zonas verdes, no es necesario desecharlas por completo. Simplemente se debe retirar la piel, los brotes y las áreas afectadas, ya que es allí donde se concentra la solanina. Si, por el contrario, el interior de la patata es completamente verde, lo mejor es desecharla por causa de seguridad. Para evitar que las patatas desarrollen estas alteraciones, se recomienda almacenarlas en un lugar oscuro y fresco, lejos de la luz.
¿Y qué pasa con los brotes?
La aparición de brotes en las patatas no necesariamente implica un riesgo para la salud. En términos generales, es seguro retirarlos y consumir las partes sanas. No obstante, es recomendable ser cautelosos si estos tubérculos se van a ofrecer a niños o personas con bajo peso corporal, ya que son más susceptibles a los efectos tóxicos de las sustancias como la solanina.
Para prevenir que aparezcan brotes y zonas verdes, almacenar adecuadamente las patatas es fundamental. Los especialistas sugieren conservarlas en un lugar fresco, oscuro y bien ventilado. El refrigerador, por su parte, no es el mejor lugar para guardarlas, ya que las bajas temperaturas pueden acelerar la conversión del almidón en azúcar, lo que altera su sabor y textura. Una buena práctica es usar una bolsa de papel opaca colocada en un armario fresco para evitar la exposición a la luz y al calor.
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Finalmente, la próxima vez que estés en la cocina, revisa cuidadosamente tus patatas antes de cocinarlas. Estar informado sobre cómo manipular y almacenar adecuadamente este alimento puede ser clave para asegurar una dieta saludable y evitar cualquier riesgo innecesario para tu bienestar.