Actualizado el 29 de noviembre de 2024 por Carlos José Belmonte López
El omega-3 es un tipo de ácido graso esencial que nuestro organismo no es capaz de fabricar por sí mismo. Consiste en un grupo de ácidos grasos poliinsaturados que desempeñan roles importantes en la estructura de las membranas celulares y en los procesos metabólicos, así como otras funciones fundamentales.
La importancia del equilibrio entre ácidos grasos
Los ácidos omega-3 se han relacionado con múltiples efectos positivos para el organismo, dentro de los cuales destacan su efecto antiinflamatorio, disminución de triglicéridos, reducción discreta de la presión arterial y efecto antitrombótico, entre otros. Por todos estos motivos, han pasado de ser desconocidos a estar en boca de todos.
Desajuste en nuestro consumo
Sin embargo, además del omega-3, también existen otros ácidos grasos esenciales, como el omega-6, del cual no se habla tanto, pero que, en cambio, consumimos mucho más. Este desequilibrio, según la experta Sandra Moñino, lejos de ser beneficioso, puede acarrear una serie de consecuencias negativas, como la inflamación.
¿Qué ocurre con el omega-3 y el omega-6?
Sandra Moñino es una nutricionista especializada en inflamación que creó la comunidad Nutricionate con el fin de ayudar a sus pacientes a mejorar sus hábitos alimenticios. Además, la experta está muy presente en redes sociales con su pódcast Con jengibre y limón, junto a la periodista María Pérez, y participando en otros, como Mejor que Ayer, junto al médico Borja Bandera.
En este último, ha hablado sobre los ácidos omega-3 y omega-6 y nuestra forma de consumirlos, ya que tendemos a crear un desequilibrio en nuestro organismo. En la mayoría de los casos, el primero de ellos «está muy falto».
El estado actual del omega-3 en nuestra dieta
«El omega-3 en nuestra alimentación está muy falto. Por ejemplo, pescados azules. Muy poquita gente consume pescados azules, sobre todo los pequeños como la sardina, los boquerones o la caballa», explica la experta.
En cambio, con el omega-6 pasa al contrario. «Consumimos mucho, como cereales, harinas, aceites vegetales, como el de girasol, de colza o de palma», indica. Estos líquidos grasos, que aunque no los añadamos a nuestra dieta de forma individual, están presentes en alimentos como, por ejemplo, el pan de molde.
Las consecuencias del desequilibrio
De esta forma, tenemos un desequilibrio en nuestro cuerpo: mucha falta de omega-3 y un exceso de omega-6. Aunque parezca que no influye en absoluto, lo cierto es que se «generan procesos inflamatorios en nuestro cuerpo».
El desequilibrio entre las grasas omega-3 y omega-6 puede potenciar inflamaciones crónicas o ayudar a que se produzcan con mayor facilidad las agudas como consecuencia de traumatismos o infecciones.
Esa balanza descompensada dificulta la recuperación de los procesos inflamatorios y enfermedades degenerativas crónicas, como las autoinmunes. Además, diferentes estudios sugieren que un desequilibrio entre omega-6 y omega-3 podría estar vinculado a una mayor incidencia de trastornos emocionales.
Buscando un equilibrio en la dieta
Por ello, es fundamental buscar un equilibrio. «Debemos bajar un poquito más ese tipo de alimentos ricos en omega-6 y aumentar aquellos ricos en omega-3», explica la experta. En este contexto, es recomendable reducir el consumo de aceites vegetales, semillas o frutos secos, y aumentar la ingesta de pescados azules o mariscos.
Un enfoque equilibrado no solo favorece la salud fisíca, sino que también puede tener un impacto positivo en nuestro bienestar emocional. Así que, la próxima vez que planifiques tus comidas, considera la relación entre estos dos grupos de ácidos grasos y ajusta tu dieta en consecuencia. ¡Tu cuerpo y tu mente te lo agradecerán!