Actualizado el 24 de marzo de 2025 por Carlos José Belmonte López
La Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de Francia (Anses) ha solicitado la retirada de los alimentos con soja de los comedores escolares debido a los riesgos potenciales que presentan para la salud. Los expertos advierten sobre la alta concentración de isoflavonas en estos productos, compuestos vegetales que imitan las hormonas estrogénicas y que podrían provocar alteraciones en la salud infantil. Según la Anses, «la soja es la principal fuente de isoflavonas», y se están consumiendo en cantidades superiores a lo esperado.
Riesgos del consumo de isoflavonas
En un dictamen divulgado este lunes, la Anses indicó que las isoflavonas pueden tener efectos perjudiciales para la salud, especialmente en el sistema reproductor, si se ingieren en grandes cantidades. La guía establece que el consumo seguro debería limitarse a menos de 0,02 mg por kilo de peso corporal y día en la población general. Para las mujeres embarazadas, en edad fértil y los niños prepúberes, la cifra debe ser aún más baja, estableciéndose en 0,01 mg/kg.
Datos alarmantes sobre la ingesta infantil
Diversos estudios han mostrado que un alarmante 75 % de los niños de entre 3 y 5 años que consumen productos de soja sobrepasan los valores toxicológicos de referencia (VTR). Esta tendencia también se repite en el 53 % de las chicas de 11 a 17 años, así como en el 47 % de los hombres mayores de 18 y de mujeres de 18 a 50 años.
La naturaleza de las isoflavonas
Las isoflavonas se encuentran de forma natural en ciertos vegetales, incluyendo leguminosas y hortalizas, pero su concentración es significativamente mayor en los alimentos elaborados con soja. Estos compuestos fenólicos son antioxidantes de origen vegetal y poseen una estructura similar al estradiol, una hormona relacionada con la prevención del cáncer de mama y el cáncer de próstata.
Beneficios en la edad adulta, pero con precauciones
Es importante mencionar que una dieta rica en isoflavonas puede ofrecer beneficios a las personas mayores. Una revisión publicada en la revista Nutrients destacó que los fitoesteroles pueden ayudar a reducir los sofocos asociados con la menopausia, así como a prevenir la pérdida de densidad ósea, disminuir la presión arterial y mejorar el control de la glucemia.
Difusión del conocimiento sobre las concentraciones
Sin embargo, la Anses hace un llamado para hacer consciente a la población sobre la gran variabilidad que existe en las concentraciones de isoflavonas en diferentes productos. Por ejemplo, hay 100 veces más isoflavonas en galletas de aperitivo hechas con soja que en la salsa de soja. En ciertos productos, como los postres de soja, la cantidad puede ser hasta el doble.
Recomendaciones para el sector alimentario
Debido a estos hallazgos, la Anses ha recomendado que los alimentos a base de soja no se sirvan en los comedores. También han instado a los productores y a la industria agroalimentaria a modificar sus técnicas de transformación, enfatizando que es necesario y posible reducir el contenido de isoflavonas en los productos.
La variabilidad en la concentración de isoflavonas se debe a múltiples factores, como la variedad de soja utilizada, las condiciones de cultivo y el momento de la cosecha, así como los procedimientos de fabricación y las recetas empleadas.
Un llamado a la acción
La preocupación sobre el consumo excesivo de isoflavonas refleja la necesidad de una mayor educación y regulación en torno a la alimentación infantil. Los datos presentados sugieren que la ingesta de productos de soja en las dietas de los más jóvenes pueda representar un riesgo significativo. A medida que los padres y educadores se vuelven más conscientes de estos riesgos, es fundamental que se implementen acciones concretas para proteger la salud de las generaciones futuras.
Con la colaboración de la comunidad científica, la industria y los responsables de políticas de salud, es posible abordar esta problemática y encontrar un equilibrio entre los beneficios potenciales de la soja y la seguridad alimentaria de la población. La salud pública debe primar y garantizar que todos los alimentos que se ofrecen a los niños sean no solo nutritivos, sino también seguros.